El último romántico
En los últimos tiempos vengo escuchando por parte de algunas personas que los peluqueros marroquíes quitan el trabajo a los españoles,ya que, cobran más barato, nada se dice sobre si pelan bien o mal. Sin ánimo de polemizar y mucho menos generalizar, les voy a contar lo acontecido a un servidor días pasados. Antes les diré que al contrario que muchos de vosotros, nunca he tenido un peluquero fijo, me gusta entablar conversación con gente distinta y tomarle el pulso a la ciudad, con mi dinero voy donde me da la gana y me da igual que corte mi cabellera un senegalés, un español o un indio cherokee, no tengo prejuicio alguno de raza o nacionalidad. El arte es universal: la pintura, la música, la cocina, el teatro o...un corte de pelo.
Pues a lo que íbamos, mi esposa me dijo el otro día que era preciso quitarme unos cuantos añitos de encima que traducido al cristiano significaba adecentar la mollera de monte bajo, y lo que mi mujer dice es el evangelio y por tanto, va a misa. En la calle hacía un día de poniente que derretía los sesos, ante el temor de que mis chanclas se quedaran pegadas al asfalto o se me escociera la entrepierna, cogí mi coche en dirección a una zona determinada de Estepona. Vislumbré una peluquería muy bien montada y con buena pinta, el peluquero era un chico joven que estaba en ese momento metido en faena con un solo cliente. Nada más abrir la puerta, de mala gana y casi de sopetón, me dice:
Lo siento, pero esta tarde no pelo más, tendrá que ser mañana.
¿Saben ustedes que hora era? Las ocho de la tarde en pleno mes de agosto y con un solo cliente en la peluquería que se ventila en diez minutos.
Sorprendido y bastante enojado, cerré la puerta, me persigné y le eché la cruz para la eternidad a dicho negocio. A mi mente acudieron en tropel una retahíla de palabras: ¿ganas de trabajar? ¿productividad? ¿tendrá hipoteca? ¿querrá hacer clientela? ¿dónde le enseñaron? ¿buena vista comercial? Y algunas más que no reproduzco. Me dirijo nuevamente a coger mi coche y dos calles más abajo, observo otra peluquería, entro y veo a un cliente en el sillón y dos más esperando, pregunto y el peluquero -otro chico joven- me dice amablemente que si no me importa esperar, que no hay problema ninguno en atenderme. A esta peluquería sigue llegando gente y no existe la palabra NO para nadie. Cuando llega mi turno, entablo conversación y el chico me cuenta las penalidades que ha pasado hasta llegar donde está. Realiza su trabajo con profesionalidad y me cobra siete euros, le pago, me sonríe timidamente y me da las gracias.
Ahora, les propongo un juego, adivinen ¿qué nacionalidad tenía cada peluquero? No, esa no es la pregunta mal pensados. Mi pregunta es... ¿A qué peluquero debo volver la próxima vez que necesite cortarme el pelo? Vuelvo a reiterar que se trata de un caso puntual y no se puede generalizar, pero tampoco se puede demonizar a nadie, ni condenarlo a la hoguera de antemano, el sol sale para todos, aunque algunos estarían mejor a la sombra. Amén.