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lunes, 7 de abril de 2014

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

La mirada de la soledad

Negros nubarrones se posaban sobre Sierra Bermeja, el viento había dado tregua y el bullicio semanal se había transformando en la calma de cada domingo. Aquella mañana se me  había hecho tarde,  desayuné, me vestí deprisa y encaminé mis pasos hacia la visita semanal con Pepe, Joaquina, María o Isabel.

Pepe al igual que Eulalia, Ana, José, Francisco y otros muchos, no puede caminar por sí solo, es dependiente, pero siempre me recibe con una franca sonrisa y me pregunta por la familia. Después entablamos una amena tertulia donde hablamos de casi todo. Al ratito cambio de interlocutor, ahora es María quien me recibe diciendo: ¿Qué te pasó la semana pasada que no viniste? Y yo que creía que no se acordaría. Me cuenta que únicamente quiere morirse, que no tiene plan de vida ninguno. Su mente está perfectamente y sus pensamientos son para sus cinco hijos por los que se desvivió cuando eran pequeños. María trabajó sin desmayo limpiando escaleras,ya que, su marido falleció pronto, dejándola con cinco niños pequeños. Ahora, María no comprende el porqué se encuentra en una residencia, no consigue superarlo, allí la tratan bien pero hay unas normas que cumplir de comida, para irse a dormir, de visitas etc. Cree que estaría mejor en su casa y con los suyos. Ahora, vieja, enferma, sola y olvidada, solo espera la muerte. Vislumbro a media legua que las mujeres tienen otra sensibilidad y sufren más, mucho más que los hombres, lo tengo comprobado. Ellas que tanto han dado, que tanto  han trabajado, que tanto han sufrido, ahora son tan frágiles como una delicada rosa.

Me gustaría tener el don supremo de la sabiduría y poder dar respuesta a todas las preguntas de estos pobres ancianos, pero solo puedo darles un poco de mi tiempo, una sonrisa, un poco de conversación que tango les gusta y un abrazo sincero de despedida que abriguen tanto desconsuelo. A veces, en semejante situación, creo que es mejor perder la consciencia y no enterarte de una realidad que te mata muy lentamente. Puede que la respuesta solo anide en nuestro corazón y en nuestra conciencia.

(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)


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