Ayer miércoles cinco de marzo y durante la grabación de nuestro concurso “El diccionario” me llevé la mayor alegría de estos casi veinte años en radio y televisión. Al bajarme del coche en la puerta del plató de televisión, vi como un niño pequeño corría hacia mí y me daba un gran abrazo. La primera reacción fue de sorpresa y la segunda de una inmensa alegría. Era Guillermo (el niño de la imagen), familiar de una de las parejas concursantes. (Yo no lo recordaba, pero hace un mes y pico, Guillermo también fue mi ayudante y mano inocente a la hora de emparejar a los concursantes).Después al terminar la grabación, nos hicimos una foto juntos y nos despedimos con otro abrazo. Fu un abrazo transparente, sincero y sin ningún interés añadido. El abrazo de un niño que te ha visto dos veces en televisión y para él, ya eres su amigo. En esta y otras muchas profesiones la gente pierde el norte solicitando reconocimientos de todo tipo en forma de premio y recibiendo calurosos adjetivos lisonjeros hipócritas que sólo sirven para aumentar tu ego, tu vanidad y tu imbecilidad mental. El último romántico, se conforma con el abrazo sincero de la gente que me aprecia y me tiene afecto, no necesito nada más, porque todo lo demás me sobra. Gracias Guillermo.
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