José Ignacio Crespo, abogado
Juanma Herrera es un comunicador nato,
tan instintivo como intuitivo, de lenguaje directo, popular, sencillo, forjado
en la distancia corta y siempre peligrosa del directo, muy arrimao, como los
buenos toreros. Tres son, a mi juicio, las caracteríticas que hacen de Juanma
Herrera un tipo de notable éxito profesional: ser un enamorado de lo que hace,
hacerlo con extrema diligencia y laboriosidad, y conseguir que esto último no
se note. También juegan a su favor una voz absolutamente inconfundible, y un
tacto especial para tratar a las personas del más variado pelaje y condición, a
quienes suele meterse en el bolsillo sin zalamerias gratuitas y sin ahorrarles,
cuando es necesario, el abordaje de asuntos o la formulación de preguntas por
muy incómodas que unos u otras pudieran resultar. Herrera tiene voz propia y
estilo propio, no es uno más.
El otro día, mientras compartíamos un cafelito, tuvo la deferencia de
entregarme personalmente su último libro, Anécdotas de alma y tiempo,
una recopilación de los sucedidos y anécdotas más destacados que ha vivido
desde esa fenomenal atalaya que es, para un atento y curioso obsevador, la
radio y la televisión, por donde han ido desfilando a lo largo de los años una
variopinta panoplia de personajes que, al tiempo, han ido dejando una estela
que el autor, a modo de notario, inventaría en estas páginas llenas de buen
humor, buena memoria y, en algunos casos, indulgencia infinita. El libro se lee
del tirón porque es ameno, nos cuenta cosas cercanas y divertidas, y porque
está escrito en un lenguaje coloquial y accesible incluso para aquellos que por
no tener o haber perdido la costumbre de leer pudieran tener una escasa o nula
comprensión lectora. Como es natural, a unos les gustarán o divertirán más unas
anécdotas que otras, pero seguro que en la mayoría verán reflejado el gracejo,
el carácter, la idiosincrasia de nuestra tierra , de nuestras gentes.
Yo ha disfrutado mucho con la de la gitana que va al Ayuntamiento a
arreglar unos papeles y viendo a un empleado municipal de voluminosa cabeza
que, al parecer, no le presta la atención debida, le espeta a modo de
maldición:”Ojalá fueras gato, no ibas a coger ni un ratón, te ibas a morir de
hambre”; o el buenrollo que hubo cuando la visita de El Cigala a
los estudios de Radio Estepona; o la entrañable semblanza de un taxista
jubilado, Juan Arrocha, y su esposa, paisana de Herrera, Anita “La del
cuartel”; o, ya trascendido el ámbito local, la del torero El Gallo con las
chinches, o en ese diálogo genial con su mozo de espadas a propósito de los
abucheos en una mala tarde; o la proverbial metedura de pata de Carmen Sevilla
a propósito de la llamada de un parapléjico al programa del telecupón; o la
bochornosa ignorancia de la periodista Sara Carbonero atribuyendo al cantante
Serrat el poema Caminante, no hay camino, del libroCampos de
Castilla, de don Antonio Machado…
Comentario aparte merece la titulada Constitución y Gramática, por
tenerme a mí como coprotagonista. La anécdota es, sin duda, fiel al original.
En efecto, hallándome yo en el despacho del alcalde en funciones de tal,
irrumpieron en el hall de la Casa Consistorial el entonces senador, Francisco
Zamorano y el, también entonces, jefe de la oposición, Antonio Caba,
acompañados de algunos medios de comunicación, con el ánimo de impartir una
lección democrática, simbolizada en la entrega de un ejemplar de la
Constitución, bellamente editado por el Senado. Se trataba, más que de otra
cosa, de un gesto, una foto política. Yo, ni corto ni perezoso, les animé a que
subieran al despacho(lo que no estaba en su intención, pues querían despacharlo
en el propio hall), recibí el ejemplar de nuestra Ley de leyes que aún
conservo, y les obsequié con un bonito diccionario para que no se volviesen a
deslizar faltas de ortografía( no una, dos y creo recordar que de grueso
calado) en una carta pretendidamente institucional. Así que nos dimos la mano y
todos, tan amigos.
Y una anécdota que Juanma Herrera no recoge en este libro pero que, con esa
proverbial memoria, recordará tuvo lugar con motivo de la preparación de su
primer libro recopilatorio Estepona, imágenes para el recuerdo. Fue
ingente la tarea de recepción, identificación, clasificación y selección de
fotografias que Herrera llevó a cabo para plasmarlas en el libro. Le recuerdo
perfectamente metido en aquel cuchitril, debajo de la escalera de la Casa de la
Cultura, que hacía las veces de despacho de Paco Trigo, formateando con éste
todo el material. A mí, como concejal de Cultura me correspondió escribir unas
palabras a modo de prólogo, que entregué a Herrera para tal fin. Y un día que
subía hacia mi despacho me llaman al cuchitril Herrera y Trigo y me sugieren,
no sin cierta cautela y yo creo que también cierta satisfacción, que debo
modificar una palabra del prólogo por incorrecta. Y es que yo lo había
comenzado así:” Ojeando el libro Pueblos en blanco y negro del Valle
del Tietar…” Ellos me decían que esa palabra debía escribirse con h pues
hacía referencia a pasar hojas. Yo me mantenía en mis trece, sosteniendo que me
refería a echarle un ojo, una ojeada. No nos pusimos de acuerdo( aún hoy no lo
tengo nada claro), pero por una razón de prudencia, no fueran a estar en lo
cierto, y sin dar mi brazo a torcer, lo cambié por “Dando un vistazo al
libro…”, como puede apreciarse ojeando/hojeando el libro, como he hecho yo para
refrescar la memoria.
Enhorabuena, Juanma, me lo he pasado muy
bien leyendo tu libro. Sigue contándonos cosas, que si tu padre tenía una
gracia especial, tú no le andas a la zaga.
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